La fusión recientemente anunciada entre DirecTV y Dish se siente como el último aliento de una industria que se está ahogando. Este movimiento parece a la vez inevitable y algo inútil, ya que el panorama de la televisión de pago se consolida para aferrarse a los clientes.

Seamos realistas: la televisión de pago tradicional está en caída libre. Los números no mienten: desde un pico de 102,1 millones de suscriptores en 2011 hasta 55,3 millones en la actualidad. Eso no es una disminución; es un colapso. DirecTV y Dish han perdido el 63% de sus clientes de satélite desde 2016.

Así que aquí estamos. Dos antiguos rivales, que antes estaban impedidos de fusionarse por preocupaciones antimonopolio, ahora se aferran el uno al otro como náufragos. La ironía es palpable. Lo que antes era demasiado grande para permitirlo, ahora es demasiado débil para evitarlo.

Las empresas promocionan sinergias de costes de 1.000 millones de dólares al año. Todo esto está muy bien, pero es como reordenar las sillas de cubierta en el Titanic. El iceberg del streaming ya ha golpeado, y ninguna cantidad de consolidación corporativa va a tapar ese agujero.

Sí, la fusión creará el mayor proveedor de televisión de pago de EE. UU., con unos 19 millones de suscriptores. Pero pongamos esto en perspectiva: Netflix tiene 277,65 millones de suscriptores en todo el mundo. El juego ha cambiado, y la televisión de pago tradicional está jugando a la retaguardia.

El aspecto más intrigante de este acuerdo es el potencial de mayor poder de negociación con los proveedores de contenido. La reciente disputa de DirecTV con Disney, que vio cómo 16 canales se oscurecían durante dos semanas, insinúa las batallas que están por venir. La entidad fusionada sin duda presionará para obtener paquetes más delgados y precios más bajos. Es un objetivo noble, pero que se siente un decenio demasiado tarde. ¿A los clientes les importa en este punto o los consumidores que son conscientes del precio ya han abandonado el barco?

Los proveedores de contenido han estado exprimiendo a los distribuidores tradicionales al mismo tiempo que se apropiaban del contenido más deseable para sus propios servicios, como la transmisión por streaming. Este doble golpe ha dejado a la televisión de pago hinchada con precios altos y contenido anémico. ¿Puede esta fusión realmente cambiar esa marea?

Las empresas hablan de ofrecer acceso a servicios de streaming como parte de sus suscripciones, probablemente a través de Sling TV. Es una jugada inteligente, pero de nuevo, se siente reactiva en lugar de proactiva. No están dando forma al futuro; están luchando por seguir siendo relevantes en un presente que no supieron anticipar.

La aprobación regulatoria parece probable en esta ocasión, lo que dice mucho sobre lo mucho que ha caído la industria. Lo que antes era demasiado poderoso para fusionarse, ahora es demasiado débil para sobrevivir solo. Este asombroso vuelco pone de manifiesto los cambios sísmicos en el consumo de medios.

Si hay un lado positivo, es que esta fusión podría -podría- conducir a un mejor valor para el número decreciente de clientes de televisión de pago. Los paquetes más pequeños, los precios más bajos y los servicios de streaming en paquete podrían contener la marea de la eliminación del cable.

Pero esa es una gran "si", y depende de que la empresa fusionada utilice su nueva fuerza para luchar por los consumidores en lugar de simplemente apuntalar sus resultados.

En última instancia, esta fusión se siente menos como un paso audaz hacia el futuro y más como una postura defensiva contra lo inevitable. Es una admisión de que el viejo modelo está muriendo, y que la supervivencia, no el crecimiento, es el nuevo objetivo.

¿Funcionará? Quizás. Pero al ver cómo se desarrolla esto, no puedo evitar pensar en otras industrias que no innovaron hasta que fue demasiado tarde.