La Fuerza Espacial de EE. UU. está fortaleciendo su colaboración con Japón para contrarrestar la creciente influencia de China en el espacio. Esto implica mejorar las capacidades conjuntas en la vigilancia de objetos espaciales para monitorear los satélites chinos cada vez más complejos, capaces de ajustar sus órbitas dinámicamente.

En la Conferencia Spacepower del 10 de diciembre, el Brig. Gen. Anthony Mastalir, comandante de las Fuerzas Espaciales de EE. UU. en el Indo-Pacífico, describió la relación bilateral como una etapa crucial después del reciente lanzamiento de U.S. Space Forces-Japan, un nuevo comando ubicado en la Base Aérea de Yokota en Japón. Mastalir enfatizó el valor estratégico de las alianzas en el Indo-Pacífico para “mantener la paz y la estabilidad”.

“Nuestros aliados y socios reconocen que un dominio espacial seguro y accesible es vital para la defensa colectiva, el crecimiento económico y la innovación tecnológica”, declaró Mastalir.

EE. UU. y Japón han acordado incluir el espacio dentro de sus acuerdos de defensa mutua. Esto implica que los ataques a satélites y otra infraestructura espacial podrían desencadenar una respuesta de defensa colectiva.

Un elemento central de la asociación entre EE. UU. y Japón es mejorar la conciencia del dominio espacial, o la capacidad de rastrear y monitorear objetos espaciales. Un proyecto conjunto, el programa Quasi-Zenith Satellite System Hosted Payload (QZSS-HP), integra cargas útiles de sensores ópticos estadounidenses, creadas por el MIT Lincoln Laboratory, en la infraestructura QZSS de Japón.

QZSS, a menudo llamado la versión japonesa del GPS, utiliza satélites geoestacionarios en órbitas inclinadas para ofrecer servicios de navegación avanzados en toda la región de Asia-Pacífico.

Se desplegarán dos cargas útiles de sensores ópticos estadounidenses en satélites QZSS separados, cuyo lanzamiento está previsto para 2025 y 2026. Estos lanzamientos se retrasaron debido a contratiempos en el programa de cohetes H3 de Japón.

Mastalir indicó que estas colaboraciones probablemente continuarán, ya que las capacidades avanzadas de satélites de China son una preocupación significativa para EE. UU. y Japón. Destacó los desafíos que presentan las naves espaciales chinas que operan en órbitas no keplerianas, que se desvían de los patrones orbitales estándar. Estas órbitas permiten ajustes de trayectoria continuos, lo que dificulta la determinación y el seguimiento tradicionales de la órbita.

“Cuando hablamos de conciencia del dominio espacial, es importante obtener una determinación de la órbita”, explicó Mastalir. “Pero también debemos estar preparados para naves espaciales que maniobran constantemente, haciendo imposible el seguimiento tradicional”.

Las órbitas no keplerianas ofrecen beneficios estratégicos, permitiendo a los satélites lograr un posicionamiento preciso y ajustar la cobertura dinámicamente. Esta adaptabilidad es especialmente valiosa para las misiones de vigilancia y reconocimiento, mejorando el monitoreo de áreas de importancia estratégica. Al utilizar estas técnicas, los satélites de China pueden evadir el seguimiento y mejorar su eficacia.

Mastalir señaló que Japón está invirtiendo fuertemente en sistemas de sensores espaciales y terrestres para abordar estos desafíos.

La asociación entre EE. UU. y Japón es una parte clave de la estrategia más amplia para contrarrestar lo que Mastalir denominó el espacio “rojo”, un término que representa las actividades adversarias lideradas por China.

“Debemos estar preparados para asegurarnos de que tenemos la conciencia necesaria para contrarrestar estas amenazas”, dijo Mastalir.